Llegamos a su casa, borrachos, sin ver las pisadas en las aceras. Él me miraba con esa sonrisa burlona y yo a su vez me sonrojaba al pensar que lo estaba haciendo. Me llevó de la mano hasta su habitación, ese cuarto tan desordenado como en mis sueños. Sin saber como ni porqué estaba en la pared, él besándome. Notaba el frío de la pared pero a la vez sus manos cálidas por mi abdomen, se acercó a mi oído y me susurró "me encantas pequeña".
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